viernes, 18 de diciembre de 2009

Muros materiales, muros bacteriológicos*

Artíuclo publicado en http://www.adrianapuiggros.com.ar/ver_recomendados.php?id=276

Como los consumidores que inundan la sociedad norteamericana, los inmigrantes, los refugiados, los desempleados, los sin techo, los pobres, la juventud y los discapacitados, están relegados a una zona fronteriza de invisibilidad creada por una combinación de desigualdad económica, racismo, colapso del Estado de Bienestar y la brutalidad de una sociedad militarizada, todo lo cual “designa y constituye una cadena de producción de poblaciones superfluas y residuos humanos” (Bauman, 2004, 6). (Giroux, Henry, “Neoliberalismo y política de disponibilidad” 1)



En una vieja película de John Carpenter, inscripta en el género de terror pero con elementos de ciencia ficción, Príncipe de las Tinieblas (Prince of Darkness, 1987), el director (que es también el guionista) retoma una antigua tradición gnóstica cristiana que sostenía que el Mal era un ente material y no simbólico, así como se fundaba en la tesis de que el mundo material había sido creado por el Mal, ya que la materia en sí misma es considerada algo corrupto y corrompible. El argumento del filme era que la Iglesia había ocultado durante siglos la existencia de una sustancia líquida verdosa, contenida en un recipiente hermético, que era la esencia misma del Mal. Tras la repentina muerte del sacerdote que custodiaba este secreto en una vieja iglesia de Los Ángeles, un grupo de científicos y religiosos se instala en el edificio para investigar la extraña sustancia allí escondida.

Casi podríamos inferir, un poco caprichosamente, que el Mal pertenece al mismo orden biológico de las bacterias y los virus: extraños, microscópicos (invisibles para el ojo y gran parte del conocimiento humano, incluso médico y científico), mutables, ingobernables y sumamente dañinos.

En esta misma línea de libre asociación puede evocarse gran parte de la literatura y el cine de ciencia ficción, empezando quizá por Frankestein. Es decir, un mundo que vive en la ilusión de un orden que en realidad oculta las manipulaciones con las que un grupo reducido de poderosos (que podemos llamar el Mal, las Corporaciones, el Capital, el Demonio, el Imperio, etcétera) digita ocultos mecanismos para controlar a la humanidad y dominarla a su antojo. Un mundo en el que, al mismo tiempo, el conocimiento asociado al orgullo, en el sentido de Mary Shelley o de Terminator, puede traer consecuencias fatales.

Más allá de los gustos estéticos personales acerca de estos géneros artísticos, es improbable que alguien sostenga con esa clase de argumentos análisis políticos o sociológicos sin temor a ser catalogado de loco paranoico, ingenuo y otros calificativos más humillantes. Ese temor no detuvo, sin embargo, al economista Walter Graziano para escribir Hitler ganó la guerra (Sudamericana, Buenos Aires, 2004), en el que el autor anticipa que:

Quien piense que muchos de los enormes problemas del mundo comenzarían a solucionarse si cambia el presidente de los Estados Unidos, se equivoca gravemente. El presidente actual no es otra cosa que la “punta del iceberg” de una complicada estructura de poder, urdida cuidadosamente durante mucho tiempo por una reducida élite de clanes familiares muy ricos, verdaderos propietarios en las sombras del petróleo, la banca, los laboratorios, las empresas de armas, las universidades y los medios de comunicación más importantes del mundo, entre otros sectores.[…] También [el lector] verá cómo manipula las democracias del mundo, utiliza las principales universidades norteamericanas y a sus intelectuales generando la ilusión de progreso científico a través de puro ideologismo falso y manipula los medios de comunicación para que las masas y las clases medias no se enteren de lo que realmente ocurre.

Sin pretender emular el conocimiento y, mucho menos, las sólidas investigaciones en las que se apoya Graziano, simplemente intentaré enumerar algunos hechos que sí conozco y son de dominio público, y algunos interrogantes que se me presentan frente a éstos:

1. VHI/SIDA: Africa, alea iacta est. El sida (causado por un microscópico virus, conocido como VHI) está acabando, hace décadas, con gran parte de la población más pobre del mundo, principalmente en África, sin que los laboratorios (ni los gobiernos de los países en los que éstos se hayan, principalmente Francia, Estados Unidos e Inglaterra) que fabrican las drogas indispensables para controlar los efectos nocivos de esta enfermedad estén dispuestos a colaborar con los enfermos, bajando, o incluso extinguiendo, los costos de esos cócteles. Estos laboratorios pertenecen supuestamente al mundo rico, occidental, cristiano y democrático que dice promover valores humanistas como la paz y los derechos humanos, principalmente el derecho a la vida, a través de diversas organizaciones (Naciones Unidas, OMS, UNICEF, Unión Europea).

Sin embargo, el afán de lucro y de enriquecimiento prevalece por sobre cualquier otro valor o sistema de valores. Por lo tanto, el sistema (capitalismo) aún en esta crisis actual, no “necesita” que esos millones de pobres, que no consumen ni participan de las redes productivas, sigan viviendo. Resulta bastante improbable que las recientes declaraciones del Papa Benedicto XVI en ese continente, respecto a la ineficacia del preservativo hayan sido inocentes.(2)

Pero, ¿de dónde salió el sida? ¿Y cómo es que el mundo científico, que ha sido capaz de desarrollar medicamentos para controlarlo (al menos cuando los enfermos tienen valor como productores o consumidores) no haya podido responder a esta pregunta? ¿Y por qué todavía no se ha inventado la vacuna?

2. Estado de bienestar y sistema inmunológico. No es descabellado pensar que durante las breves décadas en que en algunas regiones del mundo predominó algo llamado “Estado de bienestar” (con políticas públicas eficaces en materia sanitaria y estándares de dignidad en las condiciones de vida de la población de los países que tuvieron estos regímenes) los sistemas inmunológicos de los individuos estuvieron más fuertes para afrontar enfermedades que hoy se vuelven epidémicas cuando no pandémicas (dengue, gripe aviar, gripe porcina), a consecuencia de: el estrés, la contaminación, el cambio climático, el desarrollo de tecnologías e industrias nocivas para la salud en las sociedades (o grupos) más desarrolladas, por un lado, a los que se agregan la pobreza y las pésimas condiciones de higiene, nutrición y vivienda, en los sectores más desprotegidos.

3. Trabajo/Mercado y derechos políticos. Uno de los valores fundantes del Estado de bienestar radicaba en la consideración del trabajo: éste debía ser regulado por el Estado y no por el mercado; debía ser digno, solidario, individual y colectivo, ya que era condición de ciudadanía (como derecho y obligación del ciudadano). En esa concepción, sostenida tanto por la filosofía cristiana cuanto por diversas reinterpretaciones del marxismo (Arendt, entre otros), la condición humana implicaba la necesidad del trabajo, incluso más allá de las necesidades del mercado y la producción, que muy bien puede operar y generar riqueza (para pocos) prescindiendo de muchos empleos (y personas), siendo en tal caso más rentable subsidiar focalizadamente a los excluidos del sistema, para que mantengan, de paso, ese estatus.(3) En cambio, “la teoría neoliberal y su práctica dan lugar al reemplazo del contrato social con un contrato de mercado en el que los derechos políticos están estrictamente limitados, los derechos económicos están desregulados y privatizados, y los derechos sociales son reemplazados por el deber individual y la confianza en sí mismo.”(4)

¿Por qué se clausuró el Estado de bienestar? ¿Quiénes se beneficiaron con ello? ¿Quién se ha quedado con la parte de riquezas y excedentes que en ese sistema se distribuía un poco más equitativamente?

4 . Hambre y gula. La revolución científico-tecnológica en el siglo pasado ha hecho posible avances en la investigación y las ciencias incluso sobrecogedores: a diferencia de lo que ocurría en casi toda la historia humana, se producen alimentos más que suficientes para sostener a toda la población.(5) Sin embargo, la mayoría muere de hambre y de enfermedades asociadas a la pobreza, lo cual es en cierta forma un eufemismo comúnmente aceptado para no decir que la mayoría muere de hambre para que los poderosos se apropien de una renta cada vez mayor.

5 . Drogas y moléculas. Una de las industrias más desarrolladas y que mayor riqueza produce (junto con la energía y las armas) es la de los laboratorios, pero también la de la fabricación, distribución y comercialización (dentro y fuera de la ley) de drogas y sustancias, muchas de ellas adictivas y destructivas. Hemos asistido a desarrollos genéticos que bordean los límites de nuestros sistemas de valores del orden de la ética y/o la religión. Se “fabrican” o están por fabricarse, seres humanos a medida de las necesidades del consumidor (reponer órganos, “adquirir” hijos, tal vez mano de obra). Ninguna fantasía de la ciencia ficción (ni Orwell, ni Philip Dick) habían llegado tan lejos. A la vez, se financian en universidades y centros de investigación proyectos vinculados con, por ejemplo, las nanotecnologías, sin que al mismo tiempo se financien con el mismo énfasis líneas de investigación respecto de los efectos nocivos o contaminantes que la manipulación de la materia a nivel atómico y molecular pueda causar.

6 Muros materiales/muros bacteriológicos. Después del Consenso de Washington se levantaron nuevos muros materiales y simbólicos para que la invasión de los “bárbaros” a los centros del Imperio se morigerara. También se tomaron medidas complementarias como invasiones, guerras y asociaciones (ocultadas) entre un terrorismo legitimado por el poder político (para apropiarse de recursos energéticos y colocar en el mercado las armas y otros productos), y otro terrorismo complementario destinado a imponer, mediante el narcotráfico, formas químicas de dominación y exterminio de poblaciones que además, pagan por ello no sólo con la vida de sus hijos sino también con la riqueza que genera este comercio. Este último negocio, además, es doblemente redituable, ya que al mismo tiempo se destinan grandes recursos para “combatir” al narcotráfico, supuesto bajo el cual se hace posible también controlar a los países periféricos (y de paso, vender más armas y sistemas de “seguridad” a ambos bandos), como alguna vez se hizo con el supuesto combate a la “subversión”.

En estos días, el terror (una y otra vez fomentado en la televisión, Internet y demás medios) causado por la expansión de la llamada gripe porcina, casualmente, en México, da una nueva excusa, mucho más “civilizada” y digerible para el ciudadano bienpensante que las de Bush, para cerrar las fronteras del Norte a la invasión de latinos pobres, sucios, feos, malos y engripados. Al mismo tiempo, los ciudadanos del gran puerto argentino asisten, consternados, a la llegada del dengue a la capital. ¿Habrá que cerrar las fronteras a esos otros contaminados, chaqueños, salteños, jujeños? Aunque en un noticiero informan que la gripe porcina no discrimina ricos y pobres, radicales y peronistas (SIC), pareciera ser que no es tan cierto. Ni las condiciones de vida de la clase media y alta, ni los recursos económicos y sanitarios, ni las posibilidades de acceso (consumo) de medicamentos son iguales, por lo tanto, tampoco lo son las consecuencias de padecer una enfermedad.

7. “¡Ay de los vencidos!”(6) En los setenta y los ochenta, para imponer estas políticas, hubo que recurrir en muchas regiones como América Latina, a la imposición de dictaduras militares que mediante la persecución, represión y eliminación de la resistencia (varios genocidios), fortificaran las bases y la legitimidad del dios del capital y el libre mercado. Convencidos brutalmente de la derrota, muchos de estos pueblos fueron fácilmente permeables a la continuidad, en los noventa, ya con mecanismos legitimados y democráticos, de ese modelo. Más barato y más digerible para el mundo “civilizado” que los impresentables y brutos militares latinoamericanos.

¿Será que es más barato difundir virus y bacterias que invadir países? ¿Será que es redituable instalar la epidemia y luego poner a la venta en el mercado la vacuna, para quienes la puedan pagar? ¿Serán esas las famosas armas bacteriológicas que escondía Sadam Hussein?

Tras la nueva crisis del capitalismo, producto de la descontrolada ambición de la elite dominante, otra vez millones quedarán sin trabajo o deberán aceptar condiciones laborales infrahumanas para subsistir. Drogados, enfermos, denigrados y excluidos, será más sencillo controlarlos, controlar los efectos indeseables, acaso violentos, de quienes se resisten a ese lento genocidio del hambre, la mugre, la plaga y la injusticia.

Pero claro, si uno va a creer que el Mal se oculta en microscópicos virus y bacterias, es probable que le enchufen, si tiene obra social o plata para pagarlo, algún ansiolítico o un antidepresivo, tras diagnosticarlo como paranoico.

Cintia Rogovsky (28-4-09)



(1) Este artículo original ha sido enviado a la Dra. Adriana Puiggrós por el autor en 2007. Traducción: Nora Minuchin y Elvira Romera. Edición: Cintia Rogovsky. En http://www.adrianapuiggros.com.ar/

(2) De acuerdo a la Organización mundial de la Salud (OMS) “los datos más recientes que se dan a conocer hoy en la Situación de la epidemia de SIDA 2006 del ONUSIDA/OMS, se estima que actualmente viven con el VIH alrededor de 39,5 millones de personas. En 2006 se produjeron 4,3 millones de nuevas infecciones, de las cuales 2,8 millones (65%) correspondieron a África subsahariana y hubo importantes aumentos en Europa oriental y Asia central, donde se observan algunos indicios de que las tasas de infección han crecido en más del 50% desde 2004. En 2006, 2,9 millones de personas fallecieron como consecuencia de enfermedades relacionadas con el SIDA.”, en http://www.who.int/mediacentre/news/releases/2006/aids.epidemic.update/es/index.html, sitio consultado 28 de abril de 2009.

(3) Calvez, Jean-Ives Calvez, Necesidad del trabajo. ¿Desaparición o redefinición de un valor?, Losada, Buenos Aires, 1997. Pag. 23 y sgtes.

(4) Giroux, Op. cit.,p. 2.

(5) “[al finalizar el siglo XII] a partir de la explotación de los siervos, los señores pudieron también apropiarse del excedente de esas tierras conquistadas. Estas grandes operaciones de roturación de los suelos modificaron no solo el paisaje y el ambiente sino también toda una mentalidad de la época. Comenzaron a extenderse las nuevas técnicas que permitían la producción cerealera característica de los siglos posteriores, como la mencionada roturación con herramientas perfeccionadas, la rotación de los cultivos y el consiguiente abono y roturación de las tierras en reposo. De este modo fue germinando en los hombres medievales la idea de que podía obtenerse una ganancia o renta de la naturaleza.”en Rogovsky, Cintia, “Tierra y Fuego”, revista Anales de la educación común,, dirigida por Adriana Puiggrós, Tercer siglo / año 3 / número 8 / Educación y ambiente / octubre de 2007,Publicación de la Dirección General de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires,pp. 143 a 150

(6) Se atribuye esta expresión al jefe galo Breno, quien tras la derrota que infringió a los romanos en 390 a. C impuso durísimas condiciones y tributos. Zimmerman, Héctor, Tres mil historias de frases y palabras que decimos a cada rato, Aguilar, Buenos Aires, 1999. P.35.

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