Estimada Magdalena:
Acabo de escuchar en su programa el final de un reportaje que le hacía al diputado Agustín Rossi. Honestamente, es probable que haya escuchado mal, que el hecho de estar saliendo de la ducha y haberme perdido el comienzo de la nota me haya hecho confundir. Porque, de no ser así, la escuché a Ud. exigirle al Diputado que manifestara su repudio a la violencia de D’Elia, haciendo hincapié en eso. (Si entendí mal, le pido disculpas anticipadas. Sin embargo, quisiera compartir con Ud. las reflexiones que tal cosa suscitó en mí).
1- La primera, le confieso que me resultó un poco violento que Ud. le exigiera a un Diputado de la Nación (como a cualquier ciudadano, sólo que en este caso este ciudadano ha sido votado para representar los intereses de sus votantes) que tome una posición política que Ud. considera apropiada, y él no. Más allá de lo que yo opine del tema, creo profundamente en la libertad de pensar cada cual a su modo.
2- Desde que comenzó este conflicto (o debería decir, desde que se inició el paro agropecuario, puesto que el conflicto nació con la Argentina hace 200 años) vengo escuchando en diversos medios de comunicación manifestaciones de repudio a la violencia de D’Elía, que, como principio, comparto. Sin embargo, creo que el tema merece un análisis un poco más completo.
3- Lo que no he escuchado prácticamente (salvo en boca del propio D’Elía y algún que otro dirigente oficialista), al menos en los medios a los que tengo acceso, es un repudio a la violencia estructural que hay en este país. Lo que hoy reflejan mayoritariamente los medios me hace acordar a la teoría de Los Dos Demonios de Alfonsín. Pareciera que acá hay dos bandos con reclamos que se enfrentan: unos con la metodología de la gente educada y civilizada (la “gente”), los otros con una violencia propia de sicarios pagos por el gobierno (que, a la sazón, son los “piqueteros”, que no son “gente”, puesto que muchos cronistas relatan “la gente fue corrida por los piqueteros”, que además, curiosamente, no están haciendo los actuales piquetes).Como comunicadora sabe Ud. muy bien que jamás el lenguaje es neutro.
4- ¿No es acaso violento que sólo menos de 7.000 argentinos sean los dueños de más del 49 % de la superficie productiva del país? (Censo agropecuario 2002). Si no fuera porque parece que es una antigüedad poco racional hablar de historia y hacer memoria, creo que sería interesante investigar los mecanismos violentos mediante los cuales estos grupos se apoderaron de esos grandes latifundios y su renta (con la cual se han seguido empoderando hasta hoy). Otro es el problema de los pequeños productores que se agrupan en la Federación Agraria y que, a mi juicio, su quizá justo reclamo, mal encausado, los pone en situación de rehenes (como lo son con los arrendamientos y otras medidas coercitivas) de los más poderosos.
5- ¿No es violento el piquete agropecuario que corta la ruta, violando por lo menos un derecho constitucional, —Art. 14— e impidiendo que transiten los camiones con alimentos para saciar el hambre de la mayoría de los habitantes pobres ( y de clase media) de la Nación, lo cual no solo es vejatorio de varios derechos establecidos por la legislación argentina, sino también de derechos humanos básicos de rango internacional a los cuales la Argentina suscribió en la reforma constitucional del 94 y de los que Ud. ha sido una activa defensora?
6- El miércoles estuve en plaza de Mayo. Nadie me pagó ni me obligó a concurrir, ni soy un “parapolicial” del gobierno. (Según algunos medios, parece que el piquete campero es “voluntario” y “espontáneo”, y a los que apoyamos al gobierno nos llevan y nos traen de la nariz a cambio de un chori, que, dicho sea de paso, nadie me dio y que hubiera aceptado de buen grado porque era tarde y tenía hambre). Tuve la necesidad cívica de acercarme con otros compañeros, al salir de mi trabajo, para manifestar mi rechazo a la, según mi humilde juicio, irracional, violenta y patoteril medida impuesta por los agropecuarios. Incluso pasé varias veces a escasos metros de D’Elía. Mientras esto acontecía, mi marido, que estaba en La Plata mirando televisión, lo mismo que una amiga, me enviaban mensajes desesperados para saber cómo estaba, ¡ya que veían por la tele imágenes en las cuales los D’Elía, aparentemente, le pegaba a un manifestante! Y por la manera en que lo transmitían, los espectadores incautos creían que eso estaba sucediendo en ese momento y en ese lugar. (según posteriores reconstrucciones que hicimos, algo de eso ocurrió horas antes en el obelisco, pero no me consta) ¿No es violento editar así la información? Incluso, pude ver cómo las cámaras sólo tomaban imágenes de D’Elía, sin enfocar a nadie más, como la maestra que me acompañaba, ni la periodista, ni el estudiante de Ciencias Económicas, ni la abogada y docente de la UBA, ni a mí misma, que soy universitaria, y trabajo en una oficina pública. ¿Será porque nuestra apariencia exterior daba más civilizada, más pacífica, más “cacerola” que piquete y no convenía mostrar eso? De este modo daba la impresión que el único apoyo que tiene este gobierno es el de piqueteros “violentos” como D’ Elía y no de muchos, miles, millones de ciudadanos de toda procedencia social y diferente ideología. (Junto a nosotros, un cronista de televisión relataba al aire la escena presente diciendo: “acá sólo hay piqueteros con palos”. Una compañera que se sintió violentada por esa mentira descarada lo increpó pidiéndole que no mintiera. A continuación, causalmente, esta compañera, que es una señora grande aunque muy aguerrida, resultó enroscada por el cable de la cámara hasta casi caer al piso. Quizá me equivoque, pero no sé por qué, el hecho me resultó violento).
7-¿No es violento que en una tierra rica en recursos naturales y alimentos haya chicos desnutridos? ¿No es violento que por el paro agropecuario pueda haber desabastecimiento y los alimentos básicos suban a precios inalcanzables mientras se sigue exportando para alimentar a chinos y europeos para ganar más y más? Es una violencia de las más crueles, porque es como cuando un adulto abusa de un menor, como cuando un policía mata a un pibe desarmado y todos nos escandalizamos (con razón) porque es la violencia del que tiene, del fuerte, contra el débil.
8- ¿No es violento que en todos los países desarrollados y capitalistas que tanto admiramos el sistema fiscal y la planificación del Estado (que somos todos, no el Gobierno, que es circunstancial) se fundan en leyes y políticas que retienen de las grandes rentas de los sectores más ricos para distribuir los ingresos y así construyen sociedad y justicia social y acá, cuando un gobierno tiene el coraje, casi por primera vez en la historia (lo intentó Artigas, y así le fue; lo propuso Moreno y terminó en el fondo del océano, a Yrigoyen lo voltearon, lo hizo Perón y lo echaron con bombas y sangre) y la legitimidad que le otorga, en un sistema democrático y republicano, el voto soberano del pueblo (no son consignas, son derechos constitucionales) para tomar medidas en ese sentido se produzca una reacción tan virulenta, tan violenta?
Uno puede estar de acuerdo o no, es su derecho. A nadie le gusta ganar menos. Uno puede ser crítico de muchas políticas, puede no gustarle el estilo de una Presidenta, puede reclamar, puede pelear por lo que considera su derecho. Gracias a la democracia podemos hacerlo todos. Lo curioso es que nos moleste tanto la metodología de los piqueteros pobres (que nacieron reclamando por trabajo, alimentos, dignidad—derechos humanos básicos—) y no moleste la metodología —imitada, robada— de los que reclaman mayor rentabilidad. Unos piden que sus hijos puedan, al menos, hacer la primaria (derecho a la educación). Los otros dicen tener problemas para pagar el departamento de los pibes que van a estudiar a Buenos Aires. Unos quieren, al menos, ser considerados “gente”. Los otros, “propietarios” (respeto a la propiedad, pero negación del derecho a la vida, el trabajo, la vivienda, el valor del voto, etc, de los otros). Yo creo que todos los pibes deben tener derecho a estudiar en la universidad si lo desean, a vestirse, a divertirse, a tener una vivienda digna, salud, paz, en fin. No estoy inventando la pólvora ni reclamando la reforma agraria ni la revolución.
9- Le recomiendo, como gran lectora que es, la relectura (porque estoy segura que lo ha leído) de Chesterton (un autor inglés y católico, ningún ideólogo peronista ni marxista) cuando en El Hombre Común explica el proceso de la reacción, el concepto de reaccionario, reinterpretándolo de su acepción vulgar. ¿No es lógico que un dirigente como D’Elía (cuyos métodos puedo no compartir, pero sí comprender) reaccione en defensa de los intereses que representa? ¿O solo es legítima la defensa de intereses de los terratenientes? Parece que cuando los pobres defienden sus intereses, incluso a los golpes, son violentos que deberían estar presos. Parece que cuando lo hacen los estancieros (incluso impidiendo el paso de ambulancias y de alimentos, que son golpes sobre la dignidad y los derechos de todos los argentinos), son justos reclamos que el gobierno debe no sólo atender, sino conceder. (Resignando, de este modo, el cumplimiento de su obligación de gobernar para el conjunto y no sólo para un sector y el deber de responder a la demanda de sus votantes, que le delegamos el poder para que hiciera, precisamente, lo que está haciendo y que anunció en su campaña).
10- ¿No es violento que importantes dirigentes políticos aparezcan continuamente en la televisión, la radio y los diarios convocando a la “gente” a reaccionar [contra] y resistir a este gobierno como tal (no ya a una medida, pues el conflicto de las retenciones fue superado por el conflicto entre modelos de país), como si fuera una dictadura y no un gobierno que llegó al poder porque la mayoría lo votamos? Los mismos dirigentes que claman por el respeto a las instituciones ¿no consideran la institución del voto lo suficientemente democrática? ¿O es que se pretende un voto calificado? ¿O es que un voto “ilustrado” vale más que un voto “piquetero de D’Elía” o de otros como él, que no son “piqueteros agropecuarios”? ¿O es que el Dip. Rossi debe repudiar públicamente a D’Elía porque Ud. considera que su conducta es repudiable? (repudiar, según la RAE, es rechazar algo, no aceptarlo). Creo que Rossi tiene todo el derecho de aceptar a D’Elía si así le place y si fuera el caso (le repito, no escuché qué decía Rossi en la entrevista y quizá esté equivocada en mi interpretación, ya que sólo la escuché a Ud. exigiendo que manifestara su repudio), al igual que Ud. tiene todo el derecho de no aceptarlo. (A mi no me gusta Macri ni me gusta Carrió. No me gustó el menemismo ni De la Rúa, gobiernos de los cuales estos dirigentes formaron parte. Pero el voto popular los legitimó y me los aguanté. No protesté contra el corralito, no sólo porque no tenía ahorros que defender, sino porque me pareció más apremiante protestar por el tendal de muertos que acompañó la huida de De la Rúa y por los muertos de hambre que nos dejó Menem).
11- ¿No es violento recibir de remitentes desconocidos, como me ocurrió el miércoles, mensajes de texto con consignas tales como “echemos a la perra montonera”? ¿O recibir correos electrónicos, también de destinatarios que se esconden en el cobarde anonimato, varias horas antes del discurso de la Presidenta del martes pasado, con un cronograma de 3 páginas de todos los cortes de ruta planificados en el país y después escuchar que esta reacción ha sido espontánea? Yo mandé correos y mensajes de apoyo a la Presidenta, firmados con mi nombre y apellido. El que los recibe tiene todo el derecho de mandarme al diablo si no le gusta.
Coincido con Ud. Magdalena. Repudio la violencia con todo el corazón. Me subleva, me provoca miedo, me indigna. No quiero que mi hijo siga creciendo en un país violento, no quiero que mi hijo crea que el único modo de construir paz y justicia sea a los golpes (aunque me asustan menos los golpes de palos que los golpes de Estado fusiladores). Que le parezca natural que chicos más chicos que él deambulen mendigando por la calle o fumando paco. En cambio, quiero que le resulte normal que sus padres hagamos enormes esfuerzos por pagar nuestros impuestos (que consideramos legítimos, aunque igual nos duela el bolsillo) y no se nos ocurre salir a protestar porque eso nos impide cambiar el coche. Tenemos un techo, ropa, libros, obra social, aportes jubilatorios, acceso a la salud, vamos al cine y comemos todos los días. Hace seis años no teníamos todo eso. Fuimos educados en escuelas y universidades públicas, al igual que nuestros padres e incluso que mis abuelos, pobres inmigrantes rusos y polacos. Podemos vivir con nuestro modelo 87, le explico, pero que para que su escuela (que es pública) se sostenga y puedan ir todos los chicos, hay que hacer el esfuerzo. Para que la empleada doméstica que viene a ayudarnos en casa una vez a la semana se pueda jubilar hay que tenerla en blanco (aunque cueste más caro). Que la cultura del consumo que muchos medios (no es su caso) nos imponen es nefasta, genera exclusión, resentimiento y violencia. Que gracias a las políticas de los últimos años, y al esfuerzo de muchos argentinos asalariados de clase media que pagamos impuestos (porque es nuestro deber como ciudadanos y porque podemos hacerlo, al igual que los productores), la villa miseria que estaba a diez cuadras de mi casa hoy es un barrio con chalecitos muy lindos, pero que todavía hay demasiadas villas y muy pocos Puerto Madero. Que es mejor construir solidaridad con los que menos tienen, paz con los que son violentados (y no violentos, no es lo mismo) y luchar por lo que creemos justo.
Por eso, cuando tenía 16 o 17 años y estuvo en peligro el gobierno constitucional de Alfonsín, fui a apoyarlo a la Plaza. Nunca me gustó Alfonsín y no compartí sus políticas, pero por encima de eso estaba para mí la constitucionalidad, la legitimidad de su gobierno, la democracia. Por eso, cuando puedo, voy a las marchas por López y si repudio a quienes lo secuestraron dos veces y le reclamo, pacíficamente, a las autoridades por su aparición con vida (no me he cruzado en ninguna de esas movilizaciones con nadie de la Sociedad Rural, dicho sea de paso. ¿Será que los albañiles de Los Hornos no son “gente”?). Y por eso ahora, nos guste o no este gobierno (que en mi caso apoyo hoy más que nunca, incluso desde una posición crítica muchas veces), creo que hay que sostenerlo del peligro de un golpe económico fomentado por la avaricia de unos pocos y el error de cálculo de otros.
Por último, le pido disculpas por la extensión de mi carta. Algunos, cuando nos sentimos violentados, podemos canalizarlo por medio del diálogo y la palabra, entre otras cosas porque hemos tenido acceso a cierto capital cultural. Pero para que todos podamos expresar nuestras opiniones políticas por medios pacíficos hace falta que haya una distribución más justa del ingreso y eso es: más trabajo, más vivienda, más educación, más alimentos. Considero que somos responsables, todos, de que esa situación cambie. Somos ciudadanos (derechos + obligaciones) de una Nación, somos parte de una sociedad, si queremos tener nuestra parte de la torta, tenemos que poner algún ingrediente. Yo creo que este gobierno está generando la oportunidad de que eso sea posible. Ud. puede pensar muy distinto. Yo soy una simple ciudadana y Ud. una excelente periodista. Y las dos podemos expresarnos, igual que Rossi e igual que D’Elía.
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